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  • Foto del escritorLa negra esperanza

Zapata Olivella: una pluma colombiana con ecos de herencia africana

La vida este escritor, periodista, médico, antropólogo y musicólogo, 18 años después de su muerte



‘El año del centenario de Manuel Zapata Olivella’, así designó el Ministerio de Cultura al 2020, cuando se cumple un siglo de su nacimiento.


Eventos en todo el país, pero sobre todo en la Feria del Libro de Bogotá, que fue cancelada, y en la de Madrid, que se celebraría a finales de mayo y comienzos de junio, en donde Colombia es (era) el invitado de honor, recordarían su vida y su obra inmensa, poco conocida y menos reconocida salvo dentro de la comunidad afrocolombiana y en la academia internacional que suele estudiar la obra de escritores icónicos latinoamericanospara que, gracias a esas investigaciones, vuelvan a ser visibles. De esta designación siguen en pie la reedición de algunas de sus obras y otros eventos programados para el segundo semestre.

Manuel Zapata contaba que comenzó a hablar a la edad de cuatro años y no porque tuviera problemas físicos, sino porque las palabras le causaban pánico. Con el paso de los años, las hizo inseparables compañeras y era una temeridad callarlo.

Como un “orador impresionante que fue capaz de articular en sus conferencias una visión muy importante sobre las persistencias de África en América” fue calificado por el reconocido antropólogo Jaime Arocha en un documental realizado hace varios años. Manuel se graduó de bachiller y le dijo a su padre que se inclinaba por la zoología. El padre se emocionó, lo abrazó, lo que en general nunca hacía, y le dijo: “Estás matriculado en la Escuela de Medicina para que estudies al animal más grande de la naturaleza”. Estudios que comenzó en Cartagena y continuó en Bogotá, en la Universidad Nacional, que tenía la escuela de medicina en la calle 10.ª, famoso título de una de sus novelas, en las que vació esa vida de estudiante negro en Bogotá, en una de las calles más vibrantes de esa pequeña ciudad que era una gran urbe para un muchacho costeño. Allí también dejó relatado el asesinato de Gaitán.



Sin graduarse, Manuel Zapata Olivella no pudo resistir el deseo de irse a conocer el mundo.“Me envenené con la pasión de los viajes”, solía comentar entre divertido y abrumado. Con bolsillos más bien vacíos y zapatos nuevos partió desde Bogotá, recorriendo buena parte del país, luego cruzó Centroamérica haciendo de todo.


En Guatemala, por ejemplo, fue presentado como boxeador cubano y en una pelea lo noquearon en el segundo asalto, pero con lo que le pagaron se pudo costear el pasaje a Ciudad de México.



Buscó al médico y reconocido cantante Alfonso Ortiz Tirado, que tenía una gran clínica y quien lo nombró asistente de anestesia, cargo en el que duró un par de días. No resistió las cirugías.


Ortiz Tirado lo recomendó para trabajar en un hospital siquiátrico de mujeres y luego estuvo en una especie de centro de rehabilitación de personas con todo tipo de adicciones, lo que amplió su mundo de alucinaciones.


Tuvo trabajos menos ásperos como de extra en la película Doña Bárbara, en donde actuaban María Félix y Jorge Negrete.Fue ayudante del fotógrafo Leo Matiz y periodista en distintos medios.Fueron cuatro años en los que vivió a tope hasta que decidió irse a Nueva York.




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